Segundo matrimonio

En vista del hecho de que la mitad de todos los matrimonios terminan en divorcio y que el 85% de los hombres divorciados y el 75 % de las mujeres divorciadas se vuelve a casar, los problemas de las segundas nupcias de las parejas merecen atención especial.

Las familias de un nuevo matrimonio tienen una única clase de dificultades, por más compatibles que sean los esposos. Un problema común para muchos consiste en cómo se ubican las lealtades de los miembros de una familia.

Quién está "adentro" de la familia y quién está "afuera" puede no estar claro, y puede variar en la mente de los diferentes miembros. Por ejemplo, los niños pueden considerarse desleales con respecto a su padre natural ausente si les gusta estar con su padrastro. Por otra parte, un padrastro puede sentirse culpable por pasar más tiempo y establecer una relación más estrecha con sus hijastros que con sus hijos. Ese arreglo puede también crear resentimiento por parte de sus propios hijos.

El tema de la lealtad se complica con la tendencia de los niños de padres diferentes, que viven bajo el mismo techo, de considerarse no como una familia sino dos. Es posible que digan cosas como "Tú no eres mi hermano" o "No le hables a mi madre de ese modo". Tienden a mantener límites basados en la lealtad a sus familias anteriores.

Estrechamente vinculado al tema de la lealtad está el problema de la competencia, que puede adquirir muchas formas. Por ejemplo, surgen luchas entre los hijos y los hijastros por la atención de un padre. Además, el padre y la madre naturales pueden competir entre sí por merecer el favor de su hijo. Se oyen a menudo acusaciones de favoritismo, por ejemplo de que la madrastra favorece a sus hijos biológicos.

Los padres casados en segundas nupcias pueden discrepar en el régimen sobre la crianza de los niños. Deben tratar con hijastros sin haber tenido la oportunidad de desarrollar y acordar series de reglas y rutinas cuando esos chicos eran más jóvenes. Se espera de pronto que colaboren como padres, sin que hayan tenido tiempo de prepararse para ello.

Aun cuando en el nuevo matrimonio, los padres quieren trabajar en equipo, están a menudo impedidos de hacerlo por la tendencia del padre natural de asumir el rol de disciplinar a los hijos propios. El o ella puede decir: "Es mi hijo, yo lo manejaré". Cuando el padrastro (o madrastra) intenta imponer una regla, los hijastros pueden poner en duda el derecho de aquél para imponerla cuando difiere de las reglas establecidas por la madre (o padre) natural, y se desencadena una lucha.

parejas casadas en segundas nupcias deben ponerse de acuerdo en cuestiones tales como la autonomía que se les puede permitir a los niños, las restricciones de las horas de descanso y de dormir y en qué medida se puede dejar al niño expresar su enojo contra los padres.

Los conflictos que se originan por discrepancias en la crianza de los hijos entre padres de un nuevo matrimonio pueden llevar a que se produzcan coaliciones desplazadas: la esposa que toma partido con el marido contra su propio hijo en un caso, los hijos e hijastros que conspiran contra un progenitor en otra ocasión, o el marido que se pone del lado de sus hijos contra la esposa.

Se produjo un conflicto en una pareja de casados en segundas nupcias cuando los hijos adolescentes del marido, que vivían con la madre, se aparecían inesperadamente después de la escuela. La madrastra creía que debían llamar primero, mientras que el padre opinaba que eran libres de venir cuando quisieran. Marido y mujer se sintieron ofendidos por la posición del otro y se acusaron mutuamente de falta de interés.

Se pueden tratar con éxito muchos problemas que se originan en la vida de parejas nuevas, pero requieren un alto nivel de toma de decisiones y una afinada armonización. Son

de extrema utilidad las frecuentes reuniones para la toma de decisión, como las descritas en los capítulos anteriores. Además, los nuevos esposos deberán esforzarse para que los conflictos no interfieran en su trabajo de padres-socios.

Algunos expertos dicen que el porcentaje de divorcios en los matrimonios nuevos es casi tan alto como en los matrimonios en primeras nupcias. 15 Sin embargo, creo que los cónyuges que están preparados para los problemas psicológicos que se presentan, pueden solucionarlos. Algunos de esos problemas giran alrededor de las convicciones básicas que tienen las nuevas familias sobre la vida de familia y las explicaciones de las causas de los problemas entre sus miembros.

Entre esas expectativas y convicciones citamos las siguientes:

• Nuestra nueva unidad familiar debería ser más feliz que la anterior.

• Mis hijastros deberían considerarme como su "nueva mamá" (o "papá").

• Mis hijos son desleales si se encariñan con el padrastro (o madrastra).

• Si mis hijos se interesan por su propio padre (ausente), no pueden interesarse por mí.

• Nuestro nuevo matrimonio debería estar libre de conflictos.

• Deberíamos tratar de ser padres y padrastro y madrastra perfectos.

La tendencia a echar la culpa cuando surgen dificultades es más complicada en familias de segundas nupcias. A menudo la acusación se dirige contra el ex cónyuge: "Tu hijo estaría muy bien si tu mujer lo dejara solo" o "Tu ex marido se entrega demasiado a tu hija". Las nuevas parejas deben dejar de lado las acusaciones y, en lugar de eso, tratar cada dificultad como un problema que requiere solución.

Cuando los compañeros discrepan, tienen que negociar. Aun más que en el caso de las familias originarias, las nuevas parejas deben aclarar la división de responsabilidades, confeccionar horarios sistemáticos y establecer prioridades.

La vida de los casados en segundas nupcias exige muchos acuerdos, pero eso se puede lograr si los cónyuges se empeñan en ello.

Deben ser sensibles a las presiones y necesidades del otro y cultivar la paciencia y la tolerancia en un grado extraordinario. Dada esa buena voluntad, las parejas vueltas a casar, pueden alcanzar un mejor grado de estabilidad y de felicidad que en sus primeros matrimonios.