Valores sexuales

En el último decenio ha tenido lugar una amplia reconsideración de los valores sexuales con respecto a muchas formas de actividad que van desde la masturbación a la infidelidad marital y a la homosexualidad.

Algunas personas están encantadas con estos cambios; a otras les provocan cólera, y la mayoría de las gentes encuentran que son perturbadores y producen confusión. Un padre describía así un dilema típicamente contemporáneo: "Este tipo ha estado viniendo a la casa los fines de semana y duerme en la recámara de mi hija.

No tiene más que dieciséis años. No puedo echarlo. Me saca de quicio. Mi mujer tiene miedo de que si adoptamos una posición firme mi hija se vaya y termine viviendo con él por alguna parte. Cuando le sugerí que usara la habitación de los huéspedes pensó que estaba siendo chistoso y nada más se rió."

Si bien hacía tiempo que se necesita mas valores sexuales, la actual revolución sexual ha oscurecido desgraciadamente el saludable sentimiento de culpabilidad que debe ir ligado a las actividades sexuales susceptibles de poner en peligro el sentido del valor que tiene una persona

En realidad este tipo de culpabilidad es un mecanismo protectivo para ayudar a una persona a evitar el tener relaciones peligrosas que pudieran reducir su amor propio y llevarla a la depresión. Sin esa protección, hay muchas más gentes susceptibles, dadas las numerosas oportunidades sexuales, de entregarse a un comportamiento que puede ser inapropiado, prematuro y en ocasiones degradante.

En el proceso de liberarse -con buena razón- de inhibiciones y restricciones indeseables que hacen de la relación sexual algo "sucio", también se ha perdido la capacidad de muchas gentes para reconocer y hacer frente a la culpabilidad sexual saludable

Aunque la supresión del sentimiento de culpabilidad sexual se ha convertido en un fenómeno generalizado -la infidelidad marital parece ser común e incluso ha sido propugnada por algunos como paliativo para un matrimonio insatisfactorio- esa situación plantea un problema especial para el adolescente.

La presión de sus iguales fuerza a un número cada vez mayor de jovenzuelos a entregarse a la actividad sexual mucho antes de estar preparados emocionalmente para el sexo. El adolescente tiene muchas tareas por realizar, entre ellas averiguar quién es, definiendo el grado y los límites de su propia personalidad.

Por naturaleza es un tanto tímido.

El sexo ha sido un misterio para él y tradicionalmente una experiencia que hay que explorar en forma gradual, experimental, a fin de que con el tiempo llegue a integrarse a toda su personalidad.

En contra de esta norma evolutiva actúa el empuje del sexo del instante, una presión tan intensa que comienza a tener la sensación de que si no sigue esa indicación es que hay algo que no marcha bien en él.

El que a los catorce años las muchachas tengan que encararse a cuestiones como las píldoras de control de la natalidad y los abortos, cuando sus necesidades sexuales todavía están entrelazadas íntimamente con ideales románticos, puede trastornar el desarrollo saludable de su personalidad.

Muchos jóvenes de menos de veinte años no están preparados para las complejas armonías emocionales que acompañan a la plena actividad sexual.

Un cierto grado de confusión, aburrimiento e incluso el extendido uso del alcohol y las drogas que se observa entre los adolescentes cabe atribuido a la presión que se deja sentir sobre ellos para que tomen parte en situaciones sexuales y emocionales para las que no están preparados.

Una relación sexual satisfactoria proporciona un refuerzo enorme a nuestra sensación de ser una persona sin fisuras y deseable, siempre que ocurra en el marco del respeto, confianza e interés mutuos.

Dr. Frederic Flach (LA FUERZA SECRETA DE LA DEPRESION)