Egoismo en la pareja

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Un problema más insidioso es la "parcialidad egoísta". Sin darse cuenta de ello, las personas tienen tendencia a interpretar los acontecimientos de un modo que le sea más favorable o que sirva a su propio interés.

Esta "parcialidad egoísta" ejerce una fuerte influencia sobre sus percepciones, haciéndoles creer que mejoran su apariencia a los ojos de los demás, así como ante su propia visión.

De este modo, cuando la pareja discute sobre quién es el mejor cónyuge o padre, quién ha contribuido más almatrimonio o quién ha hecho mayores sacrificios, retratarán sus propios roles de tal modo como para acrecentar su autoestima y demostrar su superioridad moral.

La parcialidad egoísta incrementa la brecha en la comprensión entre los cónyuges.Es evidente que en este proceso puede haber una substancial decepción de sí mismo y nos exige un esfuerzo extraordinario para vernos a nosotros mismos despojados de fingimientocomo nos ven los demás.

Otro esfuerzo se requiere para reconocer cómo, en una situación dada, sin darnos cuenta seleccionamos y montamos los "hechos" para servir a nuestros propios intereses.

A medida que las diferencias de opiniones se agudizan, la imagen del cónyuge comienza a cambiar; él o ella puede tomar el aspecto de antagonista, lo que representa una seria amenaza. Luego, incluso un pequeño desacuerdo suele conducir con facilidad a una pelea.

Los miembros de la pareja pueden menospreciarse mutuamente con pensamientos o aseveraciones como: "Me contradices sólo para humillarme", "Qué sabes sobre eso" o "Eres sólo un estúpido rematado". Fracasan en darse cuenta de que su propio punto de vista puede ser tan parcial como el de su cónyuge, y que aparentan ser igualmente torpes o egoístas. Esta combinación de egocentrismo e intolerancia conduce con facilidad a discusiones que hieren y parecen no tener solución.

Dado que el vínculo matrimonial es un lazo tan emocional, es mucho más arduo para los cónyuges seguir las metas de su acuerdo, que hacerlo en otras relaciones de trabajo, como una sociedad comercial o una estrecha amistad. Al principio, los miembros de la pareja matrimonial se atraen mutuamente por cualidades como aspecto, personalidad, encanto, humor y empatía; no por su capacidad para funcionar bien en equipo.

En tanto estas cualidades personales suelen cimentar un sólido vínculo emocional, poco tienen que ver con el modo en que una pareja toma decisiones y cuida de los detalles esenciales de la vida de casados.

Aun el cónyuge más agradable puede resultar deficiente en las aptitudes necesarias para enfrentar las obligaciones del matrimonio. Aquellas aptitudes que resultan ser cruciales para mantener una sociedad eficaz -definir problemas, negociar, asignar responnsabilidades- a menudo tienen poca importancia en la atracción inicial de la pareja.

Una falta de las aptitudes necesarias y adecuadas actitudes debilita el funcionamiento de la relación, que debe ser fuerte si los cónyuges van a llevar a cabo los objetivos prácticos del matrimonio (cumplir con las necesidades diarias de subsistencia, mantenimiento de la casa, manejo de las finanzas, crianza de los hijos), tanto como los objetivos emocionales (disfrutar del tiempo libre, sexo, compartir experiencias).

Todos estos propósitos requieren espíritu de cooperación, una planificación y toma de decisiones conjuntas, una división racional de labores y una eficiente continuidad.